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USO DE MOVILES EN LOS PRIMEROS AÑOS

Desde el Centro de Atención Infantil Temprana San Juan de Dios de Sevilla abogan por un uso responsable de estos dispositivos, nunca como moneda de cambio, bajo supervisión de un adulto y previa selección de contenidos y siempre a partir de los 24 meses de edad.
Las Nuevas Tecnologías (NNTT) están introduciendo continuamente cambios en los modelos comportamentales y conductuales de la sociedad, mucho más aún cuando comienzan a conocerse los comportamientos de los llamados “nativos digitales’, esto es, generaciones cuyo desarrollo y aprendizaje están íntimamente ligados al uso de dispositivos digitales.
Por un lado, existe una corriente contraria al uso de teléfonos móviles o tablets en los primeros años de infancia; por otro, voces más aperturistas a la introducción de estos dispositivos en la vida de los más pequeños. “Como ocurre casi siempre con cualquier cosa y como indica el sentido común, no puede ser todo o nada”, explica la psicóloga del Centro de Atención Infantil Temprana (CAIT) de Sevilla, Lucía Ponce, que aconseja que “podemos hacer uso de dispositivos móviles bajo la premisa del aprendizaje, sí; bajo la del entretenimiento, no”, pero siempre a partir de los 24 meses de edad.
En el Centro de Atención Infantil Temprana San Juan de Dios de Sevilla empiezan a detectarse cuadros de ansiedad, irritabilidad, problemas de sueño, dependencia o frustración en niños y niñas muy pequeños a causa de un uso no controlado de móviles.
En un modelo educacional en el que los padres hagan un uso masivo de las NNTT con los pequeños, se están perdiendo oportunidades para la interacción y para aprender relaciones sociales, indica la psicóloga de San Juan de Dios. “Si a un niño se le ponen constantemente vídeos que, por su reiteración han hecho que éste aprenda a contar en inglés antes de saber usar palabras en su idioma materno, el niño está asumiendo contenidos y aprendizajes descontextualizados”, explica Lucía Ponce.
El móvil como moneda de cambio con los niños se traduce también en uso negativo. Ponce indica que si ofrecemos a un niño un móvil para que acceda a contenidos de entretenimiento mientras le damos de comer, desviamos la atención de la comida al móvil, lo que provoca que pierda atención sensorial y no aprenda a comer. “Eso hace que no le estemos enseñando una correcta relación con la comida y si el niño es buen comedor, puede incluso no percibir correctamente su nivel de saciedad y haga ingestas muy superiores a las que debe, porque está pendiente de unos dibujos, no de qué y cómo se come”.
Sin embargo, desde el CAIT de San Juan de Dios en Sevilla abogan por un uso controlado y responsable de estos dispositivos por parte de los padres o cuidadores de los niños, ya que pueden favorecer habilidades como la resolución de conflictos, la coordinación visomotora o la capacidad de asociación y contextualización.
La psicóloga explica que si el adulto controla los contenidos o aplicaciones (App), se pueden aprovechar las ventajas que se desprenden de un entorno tan intuitivo como el de móviles y tablets, pues existen App que son puzles cuyas piezas los niños ensamblan con el dedo; otras para buscar la diferencia entre objetos prácticamente idénticos o al revés, etc.
Se trata de que la familia en su ámbito doméstico eduque con un modelo de uso, que debe ser un espejo por parte de los adultos hacia los niños y que controlen los contenidos para aprovechar las potencialidades de los pequeños.
Recomendaciones para el uso
Lucía Ponce hace una llamada de atención sobre el tiempo que los adultos de la familia pasan mirando las pantallas de sus dispositivos móviles frente al que pasan y dedican a los pequeños de la casa, “pues estamos enseñándoles un patrón que ellos van a reproducir”.
Por ello, además del control y selección de contenidos, es importante que se marquen espacios y momentos libres de móviles en casa, delimitando su uso en determinadas franjas horarias, por ejemplo.
Juguetes de siempre para desarrollar habilidades y capacidades
Lucía Ponce indica que, a la hora de pensar en un regalo para los pequeños, lo primero que ha de tenerse en cuenta es la edad, para adecuarlo a sus expectativas y necesidades. A partir de ahí, es siempre positivo buscar juguetes que fomenten la interacción entre iguales y con adultos. Para ello, los juegos simbólicos, es decir, las cocinas de juguete, jugar a ser doctor y paciente, veterinarios, etc.,  funciona muy bien.
Por otro lado, es un acierto buscar juguetes que fomenten su creatividad. No se debe dar todo hecho al niño, sino poner en sus manos un juego que le permita crear y recrear, esto es, “materiales no estructurados que le permitan experimentar, comunicarse o pedir ayuda. Esto sucede, por ejemplo, con los juegos a bases de piezas que les permiten montar edificios, aparatos, o inventos”, explica la psicóloga del CAIT San Juan de Dios de Sevilla, que subraya que “este tipo de juegos favorece el aumento de conexiones a nivel neurológico”.
Por último, Ponce aconseja que los clásicos juegos de mesa resultan muy educativos y suponen un buen entrenamiento para la vida, pues la alternancia de turnos los educa en el respeto y modula la paciencia; y el hecho de ganar o perder una partida les permite disfrutar de las victorias y aceptar las derrotas, es decir, aprenden a ser tolerantes con la frustración